Del libro “La enfermedad como camino” de Thorwald Deihlefsen y Rüdiger Dahlke
En este mundo, el ser humano no puede hacer más que aprender a ver, aunque, desde luego, es lo más difícil.
La evolución se funda en la modificación de la visión: todas las funciones externas son mera expresión de la nueva visión. Comparemos por ejemplo, el actual estado de desarrollo de la técnica con el de la Edad Media, y la única diferencia es que desde entonces hemos aprendido a ver determinadas leyes y posibilidades.
Son leyes y posibilidades que ya existían hace 10.000 años, sólo que entonces nadie las había visto.
El ser humano gusta de imaginar que él crea algo nuevo y habla con orgullo de sus inventos. Pero no se da cuenta de que más que inventar, lo que hace es encontrar una posibilidad ya existente. Todos los pensamientos y las ideas están ahí en potencia, pero el ser humano necesita tiempo para intregrárselos.
Por mucho que les duela a los que se empeñan en mejorar el mundo desarrollando complicadas teorías y sistemas a fin de conocer y cambiar a nuestros semejantes, nuestras circunstancias y nuestro entorno; lo que se debe mejorar y cambiar es la propia visión. Los más complicados problemas se reducen, en última instancia, a la vieja fórmula de ¡conócete a tí mismo!.
Después de tantos afanes, es irritante que las ampulosas teorías, sistemas y elucubraciones, sean barridos de la mesa y sustituidos por un simple "conócete a ti mismo".
Ahora bien, el concepto puede parecer simple pero su puesta en práctica no lo es.
Pero mejorarse a sí mismo comienza aprendiendo a verse tal como uno es. Reconocerse a sí mismo, no significa conocer a su yo. El yo es al Ser lo que un vaso de agua es al océano. Nuestro yo nos enferma, el Ser está sano. El camino de la salud es el camino que va del yo al Ser, de la cárcel a la libertad, de la polaridad a la unidad.
Sólo una observación constante y atenta vence las resistencias y hace crecer ese amor que es necesario para asumir lo observado. Para ver la sombra hay que iluminarla.
El pricipio peligroso no existe , sólo es peligrosa la fuerza desequilibrada.
Cada principio es neutralizado por su polo opuesto. Aislado, todo principio es peligroso. El calor solo, es malo para la vida, como el frío solo. La mansedumbre aislada no es más noble que la intemperancia aislada. Sólo en el equilibrio de las fuerzas está la paz. La gran diferencia entre "el mundo" y "los sabios" consiste en que el mundo siempre trata de hacer realidad un polo, mientras que los sabios prefieren el justo medio entre los dos polos. El que llega a comprender que el ser humano es un microcosmos, poco a poco pierde el miedo a ver en sí todos los principios.
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