Si hay algo que detecto como netamente destructivo en la sociedad moderna, es el desmedido nivel de confianza que hemos desarrollado para con la tecnologìa que nos rodea a diario.
Nos encontramos en un momento en que facilmente podemos apreciar còmo el ser humano a gran escala ha establecido un nivel de familiaridad completamente fuera de foco para con la tecnologìa, lo cual representa un decaimiento de las verdaderas comunicaciones y relaciones humanas.
En definitiva, la manera con la que nos dirijimos hacia la tecnologìa, casi como si de un Dios se tratara, como un ente infaliuble que tiene la capacidad de satisfacer todas nuestras expectativas de una forma barata e inmediata, es todo un sìntoma de desfasaje actitudinal en el hombre.
Pues què es la tecnologìa, sino una extensiòn de la imperfecciòn humana? Muchas veces desconfiamos hasta el hartazgo del ser humano, pero no lo hacemos asì para con la tecnologìa, olvidando que èsta en definitiva se origina en el cerebro humano, y por ende la misma imperfecciòn encontrada en èste, serà reflejada de igual o peor manera en sus sub-productos.
Asì, la adoraciòn indiscriminada de la tecnologìa no es màs que una forma indirecta de idolatrìa a la imperfecciòn del alma condicionada, y esto nos enseña que si depositamos nuestro sentido de la confianza en semejante direcciòn, no podemos esperar menos que caos y desequilibrio en todas las facetas de neustra existencia, como consecuencia natural de ello.
Asì, el arte de confiar nuevamente se nos replantea frente a nosotros. Una y otra vez debemos inspeccionar en nuestros interiores, y chequear en què diversas direcciones nos estamos permitiendo derramar nuestra confianza, y asì utilizar nuestro intelecto para establecer las consecuencias que de ello se generen. Sòlo asì podremos volvernos responsables y educados en nuestra vida.
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