24.12.10



Meditación navideña



Nos aproximamos a una fecha muy significativa para la mayoría de las personas en este mundo, la Navidad.
Momento de encuentros, de alegrías, de regalos, de tantos sentimientos que quizás no suelen manifestarse en otros momentos del año.

Y en un punto sentimos que esto es de lo más correcto, sentimos que estos días representan u alivio a todo lo que pasó y está por pasar, pero quizás olvidamos preguntarnos si no es posible recrear ese ambiente festivo, a lo largo de todo el año y vida que nos acompañan...

Para lograr esto desde ya, nos veremos obligados a aproximarnos a este tipo de fiestas con una conciencia mucho más amplia de la que "nos permite sólo pasarla bien unos días", y apreciar el significado de este tipo de eventos en un sentido más abarcativo, de una manera que nos permita extender el espíritu del mismo a cada instante de nuestras vidas.

Así, nos vemos obligados a profundizar hasta el punto de llegar a dar realmente con el verdadero significado y propósito "oculto" detrás de estas aparentes fiestas que para la mayoría no pasan de ser una serie de encuentros familiares y con seres queridos, y un intercambio de presentes, y "...ojalá que pronto sea Navidad de nuevo"...

La Navidad implica el celebrar el advenimiento de un alma pura e iluminada, que desciende desde el plano espiritual con el exclusivo propósito de diseminar entre nosotros un mensaje de amor espiritual, y luego de cumplir con su misión específica, retorna a su hogar eterno junto al Ser Supremo.

Siguiendo esta línea básica pero fundamental, continuamos recalcando que la mejor manera de recordar y celebrar a alguien que "ya no está", es justamente recordarlo a él/ella y a su vida e instrucciones, y no precisamente organizar toda una serie de eventos que puedan ir 100% en la dirección opuesta de lo que está persona a la que deseamos recordar nos entregó.

Podemos llegar tranquilmanete a semejante proporción de desviación en nuestros "festejos": juntarnos para celebrar no tanto "algo", sino "a alguien", cuyo mensaje fue basado en el amor, la compasión, el perdón, la conexión con lo divino, etc., pero a la hora de plasmarlo en la práctica, ponemos como centro de mesa toda una serie de preparaciones basadas en la violencia hacia los animales, intoxicamos nuestro cuerpo con alcohol y otras sustancias, nos dedicamos a hablar de temas no precisamente muy espirituales que digamos, y la reunión culmina con Papá Noel en el centro del altar, en lugar de aquel a quien supuestamente estuvimos recordando y glorificando toda la noche.

Así, intentemos replantearnos el significado de las cosas que estamos haciendo, pues si pasamos a vivir nuestra vida haciendo cosas que extarnamente no coinciden con su propósito interno, en un sentido comenzamos a volvernos un peligro público.

Y no exagero. Alguien que hace algo sin saber por qué lo hace, o peor aún, creyendo que sabe por qué lo hace pero que se encuentra completamente desviado del propósito original de eso, representa a una entidad cuyo criterio ha sido eficientemente distorsionado por quién sabe qué medios de comunicación, autoengaños propios y demás artefactos de ocasión.

Como conclusión entonces, tratemos de realmente festejar la Navidad: intentemos, pese a correr el riesgo de ser los aguafiestas de la reunión familiar :), de contagiar a los demás el verdadero "espíritu navideño", un espíritu plagado de dadivosidad, en donde en lugar de pensar en recibir deseamos dar, pero no dar elementos materiales, sino dar aquello que Cristo y todos los grandes maestros han dado y siguen dando, un mensaje y ejemplo de cómo amoldar nuestra vida acorde a la voluntad del Supremo.
En la medida en que podamos asimilar y compartir estos valisos conceptos, podremos decir estrictamente que estamos celebrando la Navidad.

A celebrar nomás se ha dicho entonces...

:)

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