23.2.11



Eligiendo a nuestro entorno


Hoy retornamos a nuestro ritmo acostumbrado de psoteos si Dios así nos lo permite...

El día de la fecha, el tema elegido es uno de alta trascendencia en la vida de no sólo todo ser humano, sino de cada entidad viviente incluso.
Podemos ver qué tanto cuidado le es puesto a este tópico, el de saber elegir a aquellos que conforman nuestro entorno.

Hoy deseamos analizar algunos puntos en relación a esto.
Por ejemplo, es un hecho definido que necesitamos contar con un cierto entorno, con un cierto grupo de individuos que nos contengan y que posean ciertas características particulares, que nos proporcionen un determinado nivel de entusiasmo y fuerza en la vida. Todo esto es en especial necesario cuando uno no posee una firme convicción en sus ideales más profundos, en otras palabras, cuando aún no ha desarrollado un nivel maduro de fe, algo lo suficientemente tangible como para no verse sacudido por los embates de la mente y el ego, que muy a menudo se presentan para hacer sus planteamientos.

Siguiendo esta línea de pensamiento, el hecho de yo conformar mi entorno de determinada manera, no implica por otro lado que deba desarrollar una actitud despótica o de desprecio hacia aquellos que no tienen la chance de formar parte de mi círculo íntimo.

Mas bien, en lugar de esto, debemos aplicar el sagrado principio de la unidad en la diversidad, en donde aprendemos a ver a todo y a todos con el ojo de la compasión, y en lugar de buscar culpables y víctimas que justifiquen nuestro alejamiento de x persona, mas bien intentaremos profundizar en la quizás difícil pero necesaria empatía, la cual nos abrirá un espectro de visión hasta ese momento tal vez desconocido para nosotros, y en donde aprenderemos a ver y sentir cómo las demás personas también poseen las mismas facultades que existen dentro de nosotros: sentir, pensar, desear, etc.

Si no logramos pegar este salto hasta dentro del corazón del otro, sabiendo dejar muy bien de lado nuestros efímero caprichos egoístas, no seremos capaces de pasar la prueba con éxito, y una y otra vez tendremos que vivir la misma constante, hasta que la misma se vuelva tal como un deja vú, si no nos adentramos en el arte sacro de la misericordia y el amor.

Si estos ingredientes últimos, toda transacción será vista y considerada como incompleta. Todo intercambio humano o entre cualesquier especie que sea, se verá truncado desde el mismo comienzo. Por ello es de vital importancia, ser instruídos, recibir instrucción, lecciones, consejos, todos los que sean necesarios una y otra vez hasta el hartazgo, hasta que pro fin un día podamos triunfar por sobre el prejuicio, las conclusiones precipitadas, la hoipocresía y demás síntomas enfermizos del ser aún encajonado en el mundo del ego.

Para romper con ese mundo, sólo un arma tan poderosa como el amor y la compasión podrán ayudarnos a escapar, y esta sustancia tan liberadora se encuentra en los corazones de aquellos que realmente aman, aquellos que viven para los demás, sin un atisbo de consideraciones personales. Debemos buscar casi desesperadamente a ese tipo de corazones, y saber muy bien poner nuestra vida en sus manos. Ellos sabrán muy bien qué hacer...

:)


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