Dolor...
El
dolor purifica y bendice, cuando es aceptado con humildad. Con
humildad en verdad todo termina adquiriendo esas cualidades tan
vivificantes. En este caso el dolor es fundamental: una de las cosas
más importantes es saber dirigir el dolor apropiadamente, saber qué
hacer con este elementos que se acerca a bendecirme a mi vida y que
en general es uno de los factores más malinterpretados, rechazados y
difamados de la historia de la humanidad.
El
dolor se acerca con un propósito siempre superior, y es nuestro
deber saber visualizar este trasfondo, para de esta manera lograr
reciprocar como es debido, y no convertirnos en anfitriones
maleducados que no poseen modales para brindar el trato correcto al
huésped de ocasión, de acuerdo a su status específico.
Y
muchas veces este dolor nos hablará los gritos, nos hará
virtualmente volar por los aires, sacudiendo nuestro ser todo y de
esta forma permitiéndonos ver las cosas desde una perspectiva
diferente a la cual veníamos acostumbrados: el dolor es eso, un
movimiento violento que nos termina sacando de nuestra postura
estoico y pretenciosa, amorosamente obligándonos a ver las cosas
desde un ángulo que hubiera resultádonos imposible contemplarlo, a
menos que alguien o algo nos arrastre brutalmente hasta allí. Y una
vez que se nos revela semejante paisaje inédito, se incrementa el
elemento de comprensión dentro de nosotros, y así el dolor se
vuelve un factor de revelación, un elemento que irrumpe
inesperadamente en mi vida para llevarme a una nueva manera de
considerar las cosas, por más que incluso no quiera (pero sí
necesite). Por lo que le debemos un gran y profundo agradecimiento a
este gran amigo llamado dolor, el cual no es otra de las múltiples
facetas en las que el amor supremo elige y considera presentarse ante
nosotros.
1 comentario:
Gracias
Publicar un comentario