La fundamental
importancia de adquirir un criterio propio
Una
de las principales falencias en toda institución religiosa es caer
fácilmente en actitudes sectarias, dogmáticas, impositivas y en
donde en lugar de estimular de forma madura y sana el crecimiento y
criterio de sus miembros, se les mantiene aceptando de manera
mecánica ciertos conceptos que pese a ser válidos en esencia, no
han sido apropiadamente digeridos ni asimilados por aquellos que los
reciben, ni quizás por aquellos que se encuentran impartiéndolos.
Por
ello es absolutamente necesario que cada individuo que forma parte de
este tipo de grupos, gradualmente desarrolle un criterio propio, un
lenguaje único que caracterize su eterna individualidad y que le
permita entregar y compartir el mensaje de manera viva e irrepetible,
todo lo cual hará que tanto su ejemplo como su discurso se vuelvan
genuinos en esencia.
Desde
ya que para lograr semejante realización deben existir ciertos
parámetros (sobre todo en las etapas iniciales de práctica),
ciertas reglas y regulaciones como solemos llamarles, que otorguen
una estructura y guía general, para paulatinamente dar espacio y
lugar al fruto maduro que debería nacer de semejante cultivo: que
cada miembro, dentro de sus capacidades y deseos, pueda comprender y
asimilar el contenido interno del mensje presente en nuestra
filosofía.
No
sólo debemos recibir, escuchar, memorizar y repetir el mensaje, sino
que debemos reflexionar, analizar, contemplar, indagar, incluso
cuestionar todo lo que estamos recibiendo, para que nuestra
aceptación del proceso no se base en una fe ciega, sino en un
verdadero sentimiento innegable que nos lleva a abrazar este tipo de
conceptos.
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