En nuestra vida, el elemento de la búsqueda (de "algo") siempre está presente como una constante casi absorbente que no deja de acompañarnos, de "perseguirnos" diría yo...
Y es absolutamente necesario el saber qué hacer con esta presencia interior que de alguna u otra forma exige poder expresarse de forma alguna, y en verdad, el propósito mismo de nuestra existencia yace detrás de este aspecto fundamental: el saber cómo dirigir nuestro sentido de la búsqueda en la dirección apropiada, sabiendo qué buscar, cómo y dónde hacerlo, para así poder llegar a un encuentro con el resultado de esa búsqueda. Un encuentro real y satisfactorio para todos por igual.
Ante todo, aquello que debemos buscar por encima de cualquier otra sustancia, es la verdad. Esto ha sido unánimente declarado y experimentado por las más variadas clases de seres, quienes en sus múltiples indagaciones y variados anhelos han sabido encontrarse juntos y ponerse de acuerdo con esta afirmación universal. La verdad se encuentra por encima de cualquier otro logro conseguible en esta y otras vidas.
¿Por qué? Porque justamente la verdad es aquello que puede ser unicamente cierto, en oposición a la hipocresía, la mentira, y demás representaciones desvirtuadas, cual sombra, de lo que la verdadera verdad (valga la redundancia) representa.
Y la verdad es aquella sustancia que siempre será verdad, no de manera relativa, siendo hoy verdad y mañana lo opuesto, sino con características absolutas, esto es, siendo ayer, hoy, mañana y siempre una misma cosa totalmente inalterable, incorruptible.
Así, teniendo una idea general para comenzar nuestra búsqueda, se nos recomienda estar libres de todo vestigio de ciertas cualidades, que en lugar de hacernos detectar la verdad y aceptarla como lo que es, mas bien nos harán ver la mentira como verdad, y viceversa. Estos básicamente son el orgullo, la envidia, la ira, y demás intoxicantes que lo único que generan es invertir la visión de las cosas, desdoblar los valores de la realidad, y nos convencen incluso en niveles donde no logramos aceptar manifestaciones altamanete obvias de la verdad, las cuales pueden aparecer frente a nuestros propios ojos en formas más que concretas.
Debemos cuidarnos de manera muy delicada también, de cómo estamos observando al entorno que nos rodea y con qué actitud estamos tomando lo que recibimos de ellos. Pues si deseamos ver ausencia de verdad en otros, primero debemos estar dispuestos a someternos a un exhaustivo y sincero análisis individual, en el cual investigaremos hasta qué punto eso que estamos observando en los demás, no es de hecho justamente aquello que se encuentra más presente dentro nuestro, y que expertamente estamos intentando evadir al proyectarlo a lo que nos rodea. Esta etapa de la búsqueda de la verdad es fundamental y no podemos permitirnos fallar en ella, pues sino todo el resto de la expedición será echada a la basura por decirlo así...
Por otro lado, existe el atroz peligro de situarnos en una posición de observadores y críticos (generalmente sintiendo que tenemos el derecho y el deber para ello, y recibiendo este sentimiento de parte de nuestra falta de humildad), y desde ese trono auto-erigido, comenzar a despotricar a troche y moche contra todo aquello que simplemente no se acomode a nuestros patrones de ver las cosas, o frente a todo aquello que represente un desafío para nuestro intelecto, o un desafío más bien en el sentido de que frente a esa situación o persona, debemos reconocer nuestra insignificancia o nuestra postura errada, sea cual fuere la misma.
Muchas veces tenemos la capacidad de desarrollar una increíble visión y lenguaje para hablar de los demás y todo lo que están haciendo mal, y logramos describir todo ello con exclusivo detalle y miles de terminologías para dejar bien en claro cuán equivocados están todos, pero a la hora de dirigir esa misma mirada hacia uno mismo, enmudecemos en el acto, y no tenemos la capacidad de siquiera ver el más mínimo error en nuestra persona, o si lo logramos ver, de inmediato tenemos a mano una lista diez veces más extensa para justificar que "de todas formas nosotros no estamos tan equivocados como los demás", y así continuar con el engaño de no querer cambiar. De no querer reconocer lo que no somos, para algún día descubrir quién verdaderamente somos.
Y por sobre todo y para cerrar estas palabras, siempre prestemos atención a nuestro propio standard, a nuestro propio ejemplo y comportamiento, y que nos quede cada día más en claro que si en algo estamos fallando, esa falla muy probablemente generará en nosotros una postura contradictoria, una visión parcializada de lo que queramos analizar, y por lo tanto no seremos dignos de confianza para nosotros mismos, al menos hasta que no hayamos ajustado tales detalles. Y tengamos la sumisión suficiente para reconocer y aceptar que necesitamos refugiarnos en aquellas almas que ya han ajustado esos detalles a la perfección, y por lo tanto se vuelven incluso para mí, más de confianza que lo que yo mismo pueda serlo en este momento.
Tomar esta postura no es auto-denigrarse ni fallar a la propia auto-estima, sino justamente proyectarnos a una meta superior y real, desarrollando actitudes y cambios tremendamente necesarios para todos.
La verdad tiene su precio, y a la hora del pago se verá quiénes son los candidatos verdaderos que están dispuestos a invertir en semejante sustancia.
El que tenga oídos para oir, que oiga.
:)